Nunca me había planteado la relatividad de la vida hasta que hace unos días cayó en mis manos un reportaje del New York Times, Immigrants Facing Deportation by U.S. Hospitals.
Según el diario, el programa estadounidense de asistencia sanitaria a personas sin recursos no cubre tratamientos a largo plazo… por ello, muchos hospitales (siempre por su cuenta y sin consultar a los familiares) optan por pagar vuelos para devolver a sus países de origen a los inmigrantes ilegales enfermos.
Pero... ¿es esta una buena solución? Existen muchas personas a favor de las repatriaciones de los inmigrantes ilegales, como por ejemplo, el vicepresidente del hospital Scottsdale Healthcare de Arizona que defiende su postura alegando que a full bed is a full bed (una cama ocupada es una cama ocupada). No obstante, este argumento no me acaba de convencer ya que el derecho a la vida es (o debería ser) un derecho universal y, por lo tanto, independiente de nuestro lugar de procedencia.
En esta vida todo es relativo y está sujeto al cuándo y al dónde. Pero mi pregunta es: ¿hasta qué punto tenemos capacidad para decidir? Yo solía pensar que si quieres algo, sólo tienes que ir a por ello. Pero ahora no estoy tan segura… el futuro (nuestro futuro) viene determinado por un hecho tan relativo, simple y banal como el lugar de nacimiento (tu lugar de nacimiento).
Sea como sea, todo se reduce a la relatividad de la vida, y eso no me acaba de gustar. ¿Y si ese inmigrante ilegal fuera uno de nosotros? Por suerte, o por desgracia, las cosas cambian y todo parece indicar que estamos despertando del tan anhelado “sueño americano”…
No hay comentarios:
Publicar un comentario