La vida está formada por recuerdos que dan sentido a nuestro pequeño mundo. Nosotros somos los únicos dueños con acceso directo a estos momentos, que sólo nos pertenecen a nosotros.
Pero… ¿qué pasaría si fuesen de dominio público?, ¿qué sucedería si nuestros recuerdos se pudiesen visionar en forma de documental? Seríamos vulnerables ante nuestros propios actos y nunca seríamos nosotros mismos. El miedo a sentirnos indefensos ante el escrutinio externo de nuestra privacidad marcaría y delimitaría nuestro quehacer diario.
Por suerte, todavía somos dueños únicos de nuestros recuerdos. Sólo nosotros sabemos cómo vemos, entendemos, sentimos y asimilamos todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
Por suerte, el papel de montador de recuerdos que interpreta Robin Williams en la película La memoria de los muertos es tan solo ficción. Él, por medio de un chip integrado en el cerebro de las personas, puede acceder a todos los recuerdos de estos individuos una vez han pasado a mejor vida.
Por suerte, la ficción aún no ha saltado de la gran pantalla.
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