Sabía que tan sólo era un alto en el camino. Sabía que estaba de paso, pero su compañía a menudo le reconfortaba. Pese a la brevedad del momento construyeron nuevos días que les permitieron vislumbrar un futuro. Hablaban casi susurrando porque la fragilidad de las palabras era demasiado acusada y, por poco que alzaran la voz, corrían el peligro de que todas las ilusiones acabasen desvanecidas en el olvido.
La explosión de felicidad le distrajo, se le pasó por alto la cautela con la que tenía que andar y, en consecuencia, se acabaron las palabras susurradas.
Todo volvió al mismo sitio donde la historia empezó. Volvió a ser un alto en el camino. Esta vez, sin embargo, desenado poder hablar alto y claro.
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